Queridos cohermanos, reciban un cordial saludo en Jesucristo, nuestro Divino Salvador. Les escribo esta carta desde el inmenso país de la India, donde estoy visitando a los cohermanos que viven en el país más poblado del mundo. La India, como sabemos, es un arquetipo altamente significati o de la misión salvatoriana. Puesto que en estas tierras lejanas se puso en práctica el carisma misionero que ardía en el corazón del Beato Francisco María de la Cruz Jordán. Ya siendo estudiante de teología tenía una lista de testigos de un gran celo apostólico que le servían como fuente de inspiración en su camino vocacional. Él quería mantener encendido en su corazón el fuego ardiente y luminoso del profeta Elías, de Juan Bautista, de Paulo de Tarso, de Francisco Javier y tantos otros. Más tarde, tomó como suyas estas anotaciones de San Gregorio: “El que no arde, no enciende a otros.” (DE I,186), incluso la cita de San Crisóstomo: “Un solo hombre inflamado por el celo de la fe es suficiente para corregir a todo un pueblo.” (DE I,200) y la consigna de San Ignacio: “Vayan en nombre del Señor e inflamen a todos” (DE II,21).